domingo, 28 de noviembre de 2010

OSKI POR OSKI

Textos extraidos de una nota aparecida en la revista Crisis Nº 53, años 80's:

"Empecé a laburar en una librería. Dibujaba láminas escolares. Pintabamos por ejemplo " El combate de San Lorenzo", "La Higiene", "El ahorro", "El oxígeno". Más tarde entré a dibujar orlas y etiquetas para la casa Anthony Blank. De ahí me viene la afición por las filigranas y la manía por los marcos, así como la presentación "didáctica" en temas como "El billar" o "El karate" se debe a mi paso por las láminas escolares."

"El Billar"
Vera historia del deporte. Ediciones Universitarias de Valparaiso. 1973.

"Uno siempre toma de tipos alguna cosa. Por ejemplo, si no hubiese estado Lino Palacio cuando yo empecé, quizás ahora estaría haciendo otra cosa. Creo que uno de los dibujantes más grandes que hubo acá fué Divito. Es cierto que estaba un poco atado a las formalidades tradicionales, pero cuando rompió con el "estilo Quinterno", y encontró su propio lenguaje fue el gran intérprete de lo porteño."
"Mi inclinación por la pintura comenzó entonces. Me había recibido de profesor en Bellas Artes y estudié con Centurión, que había sido profesor en la escuela. También estudié con Petorutti. Parece que andaba necesitado de algunos mangos y enseñaba en una casa de Charcas y Callao. Recuerdo que nos hacía hacer esfuerzos raros. Nos hacía dibujar como decía que hacían en el Renacimiento: en un palo largo te ataba una carbonilla y vos, con ese instrumento, tenías que copiar una naturaleza muerta. Era difícil, pero parece que el dibujo sale más fresco. Algo así como dibujar con la izquierda. Creo que Leonardo decía que "la derecha es demasiado sabia".

"Poco antes del año 1942 apareció la revista Cascabel. Allí tuve mi primer contacto con los dibujitos de Steimberg. La linea sencilla, sin detallismo. Ver eso fué fabuloso, dificilmente pueda olvidarlo. Me dí cuenta que lo que uno hace en broma, para divertirse, se podía publicar. Venciendo mi timidez llevé mis trabajos a Cascabel. Eran unos chistes que ahora darían miedo a cualquiera, sin embargo parece que gustaron porque el primero de abril de 1942, me publicaron uno."
Página de revista Cascabel Nº 208, noviembre de 1945.

"Ahí empecé a hacer "César Bruto". Carlos Warnes lo escribía y yo lo ilustraba. Junto con Warnes hicimos Los grandes inbentos deste mundo, el Medicinal Butoski Ilustrado (n. del a.: Esto es posterior) y seguramente mil cosas más que ya ni recuerdo. Lo cierto es que a mi me interesaba la pintura, y los chistes eran un ganapán."

Portadas de libros de César Bruto de 1946 y 1955, respectivamente.

Portada, página 3 y páginas centrales del primero de los 5 (?) cuadernos "Medisinal Brutoski Ilustrado", editado por C. Dupont & Cia. en 1954.

"Al mirar hoy esos trabajos míos con Warnes me resultan de una dureza... tan recargados. Era algo muy primitivo, como todo lo que empieza. Después fuí dibujando más, limpiando el dibujo. Pero sigo, hasta ahora, inseguro. Cada dibujito me cuesta muchísimo. Lo calco, por lo menos, dos o tres veces."
Aparte: Caloi dice que Oski le enseñó a "darle bola a la espontaneidad de los bocetos (una vez lo encontré calcando, en su estudio; le pregunté si no le daba vergüenza, y me mostró lo que calcaba: uno de sus propios bocetos)"
Texto del libro "El descubimiento de américa", que incluye homenajes de Fontanarrosa, Caloi, Sabat, Sendrá y Rep.

Tira de Caloi del día siguiente a la muerte de Oski.

"Un día largué todo y me fuí a Perú. No sé por que lo elegí. En el '43 estaba instalado en el Cuzco. Estudié Arqueología y Folklore en la Universidad. Seguí mandando mis dibujitos a Buenos Aires. Allí hacía cosas que tenían que ver con el surrealismo. Los cuzqueños no tenían ni idea de que se trataba. El Perú en aquellos tiempos era otro mundo. Saqué cientos de fotografías que después vendí en Viena. Además de fotografiarla, dibujé esa realidad. De ese entonces, 1944, es "La banda de música". Esos dibujos los expuse en un cine. Vino un cura amigo con un grupo de chicos del colegio y los pibes se afanaron todo. Creían que se los podían llevar, que eran un regalo, que se yo..."

Portada y trés páginas de "Vera historia de Indias" de la edición de 1968 por Compañía General Fabril Editora, s.a.

"En Buenos Aires apareció Rico Tipo. Para esta revista-la mejor que yo recuerde entre las de humor que se publicaron en Argentina- hice "Amarroto". Estaba basado en un tío mio que era comisario. Rico Tipo usaba el nacionalismo, la cosa porteña. Era jodida en el sentido de que se cagaba de risa de las provincias, de los paises limítrofes"


Amarroto en Rico Tipo Nº 213 de 1948 y página de chistes de la misma época.

"Trabajar en las revistas mas importantes del pais me daba la posibilidad de darme algunos gustos. Viajaba por el pais, hacía exposiciones."

Nota en revista Rico Tipo de 1947.

"En el '46 me fuí a Chile. Desde entonces fuí y vine constantemente, hasta poco antes de la caida de Allende. Tengo un cariño muy especial por Chile. Trabajé para el gobierno de Allende. Ilustré una serie de folletos con el tema del azúcar."

Chile. Revista Pobre Diablo Nº 121. Marzo de 1948

"En el 48 me fuí a Italia, trabajé en muchos diarios y revistas desde el primer momento porque mis trabajos se conocían. Ahora, en Italia, hay algunas revistas que son bárbaras. En una de las que colaboro, se llama Il Male, la policía la secuestró varias veces por inmoral, pero en realidad están lejos de la inmoralidad. Diría que son groseros. Allí la cosa no aparece disfrazada. La caca es caca y no hay vuelta que darle. Allí voy muerto, tengo que adaptarme, buscar... Trabajé mucho en publicidad. Hice el Zodíaco, un "mapa de los vinos de Italia", "Las tablas médicas de Salerno", esa escuela médica que duró hasta Napoleón." (n. del a.: En Il Male comparte cartel, por ejemplo, con el genial drogadicto Andrea Pazienza)


Portada y algunas aperturas para las Tablas Médicas de Salerno, editada por Lumen en 1985.
Los dibujos de esta obra fueron publicados el año 1970 por el laboratorio Serono, Roma.

"Eso no quiere decir que haya hecho la guita. Siempre viví con una austeridad espartana. Puedo beber champán de vez en cuando, cosa que me gusta mucho. Uno no precisa tanto para vivir... además con mi manera de hacer negocios es difícil ganar bien.
Me cuesta hacer ese juego de relaciones. Es difícil eso de ir a la galeria de arte, a las presentaciones, porque a uno le dicen que ahí puede pasar algo, puede salir algún laburo. Hay que hacerse la cortesana, y a encamarse con el ministro. Cuesta una humillación estar en onda, un emputecimento."
Portada de Fausto, editado en 1963 por Eudeba.
Editorial Universitaria de Buenos Aires.

"Para laburar necesito champán. El champán es caro. Para comprar champán necesito plata y para tener plata necesito laburar. Pero para laburar necesito tomar champán... entonces, no puedo laburar."

"El humor es eterno; el chiste, la pavada, no duran. El humor gráfico que aparece en la prensa da popularidad a los dibujantes y uno llega a sentirse importante, conocido por todos. El deseo por hacer ese trabajo responde a un estado por el cual todos pasamos y tiene que ver con el ego, con la fama. Pero ocurre que al tratar temas de actualidad, el humor se vuelve efímero, se envejece, pierde el sentido"

"Lo que hace uno es sobrevivir a la angustia. Es el problema de la soledad. Es la angustia del que no tiene a nadie más que a su propia soledad."


Tapa y contratapa de Los cuadernos de Oski, editado por el autor.

Para terminar una cita del Perich, gran humorista español de revista La Codorniz: "Oski publicó en nuestro pais (España) durante bastantes años en una revista a medio camino entre el tebeo y la revista de humor llamada "El DDT". Se recibieron bastantes cartas preguntando por qué Oski no aprendía a dibujar."


jueves, 11 de noviembre de 2010

UN AQUILES SIN TALÓN

El que se murió ayer, Aquiles Fabregat, Uruguayo como corresponde, fué el número tres de la revista Humor. Cascioli, Tomás Sanz y Aquiles Fabregat, Fabre. Era el poeta del grupo, la pata oscura, un diamante tirado por ahí en cualquier lado y lleno de pelusa encima. Cosa de saberlo buscar. Si se van a poner a hacer rimas graciosas, tiene que leer a Aquiles, no le pifiaba nunca, un tipo preparado y gracioso. Pero yo mucho no puedo decir, que fumaba mucho, ok, pero mejor dejemos que su sobrino, el periodista Eduardo Fabregat, hable de su tió Aquiles de la manera más justa y como yo hubiera querido hacer.

Tío Aquiles



Por Eduardo Fabregat


Desde esa infausta noche, le dicen
Eustaquio el Descentrado.


Lo saben los miles y miles de personas que la consideraron una lucecita entre tanta oscuridad: desde 1978, desde aquella primera tapa con Menotti de Hoz afirmando que “el Mundial se hace cueste lo que cueste”, la Humor fue religión, código compartido, ceremonia en el kiosco de revistas y guiño secreto en el transporte público, donde todos se cuidaban muy bien de “leerla de ojito” porque, como advertían los cabezales de sus páginas, eso provocaba males inenarrables. Pero ese orgullo intelectual, ese orgullo semipúblico –nada de ese tenor podía hacerse muy público en la era de los asesinos de uniforme– estaba acompañado de un orgullo privado, familiar: uno de los que conducía ese hito periodístico, ese respiro entre el plomo, era Aquiles Fabregat. Mi tío Aquiles.

Nacido en la República Oriental del Uruguay el 15 de febrero de 1938, mi tío Aquiles murió ayer por la mañana.

Es una extraña, dolorosa instancia. Un trago espantoso, esto de escribir la necrológica de alguien tan cercano, que tanto tiene que ver conque, bueno, conque uno esté escribiendo en la redacción de un diario. La pluma de mi tío Aquiles me inspiró a sentarme frente a una máquina de escribir, la Olivetti que aún conservo y que quizá termine llevándome a mi propia tumba. La figura de Aquiles, periodista de la vieja escuela, reinventor de formas en un tiempo en que nada se reinventaba sino que se destruía, cristalizó esta vocación, esta necesidad de curtir el oficio. Y ese registro personal tuvo una satisfacción extra ayer, cuando empezaron a aparecer los mensajes en Facebook y en Twitter, palabras que lo tienen tan presente como si a la Humor no la hubiera asfixiado el menemato hace casi veinte años. Personas entregando mensajes de reconocimiento, de amor, de tristeza por la pérdida y a la vez felicidad por todo lo que leyeron con su firma al pie, por los cuadritos en dupla con Tabaré, por aquellas mañanas de radio En ayunas con Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya.

Esta página no es porque Aquiles fue mi tío. Esta página es porque el que murió es una de las figuras grandes del periodismo rioplatense, de las que dejan huellas imborrables.

De pocas pulgas, melómano incurable, coleccionista de vinilos que cuidaba hasta la obsesión; con un dominio intuitivo del poder del “mensaje” a través de su experiencia publicitaria en Montevideo, con una tremenda capacidad para absorber cultura pero no expresar ese conocimiento con desdén por el otro, Aquiles disparó desde su escritorio en la calle Piedras artículos en los que su extraordinaria ironía, el juego con el lenguaje hacían de cada texto una aventura, un placer siempre renovado. Guardaba meticulosamente los libros y artículos de predicciones de supuestos adivinos, oráculos y videntes, para hacerse un venenoso festín cada enero o febrero repasando ese aquelarre para incautos del año anterior. Deschavaba en La ruta de los corsarios a los bolichones infectos de Buenos Aires que horadaban el estómago y el bolsillo del consumidor. Contribuía a la recolección de la lista de Los Insufribles que siempre despertaba nuevos aportes en los lectores. Y de su Olivetti salía una de las piezas de humorismo más efectivas, en las que la situación se repetía con leves variaciones, pero era su lenguaje, la puesta en escena, lo que las convertía en uno de los pasajes más esperados de Humor: el Romancero del Eustaquio, esa saga del desprevenido ciudadano de atildado aspecto y cuidada verba, que se aventuraba por los andurriales del conurbano para terminar siempre en manos de esos negrazos “de dos metros de altura y similar circunferencia”, cochambrosos, con somorgujos escarbándoles matas de pelo similares al alambre, de ojos enrojecidos y un “Berp!” como lacónica respuesta. Algunos años después nació la versión ilustrada por Tabaré, pero ya esas treinta líneas de puro texto alcanzaban para partirse de risa.

Aquiles, el Tío Aquiles, tenía el diccionario como libro de cabecera y sabía hacer un uso integral de él. No aprendía las palabras para cancherear, sino porque para él escribir debía ser un acto de riqueza para el que redactaba y para el que leía. Con semejante vocabulario disponible, conformarse con sólo un puñado de términos era berreta, perezoso, pobre. Las palabras eran su tesoro, le permitían un artístico malabarismo con el lenguaje, una manera siempre elegante de meterse en el tema que fuera. Amén de darle material para que, en Humor & Juegos o Cruzadas, brillara como eximio crucigramista, provocando otra vez la risa con definiciones enigmáticas o delirantes, o exprimiéndole los sesos con ese Dificilongo con el que, como en sus notas periodísticas, exigía al lector. Recordándole que la mediocridad es lo más fácil pero no lo más recomendable, que –como citó tantas veces– la inteligencia humana tiene límites, pero la estupidez no.

Quiero vivir menos pero más, escribió una vez.

Desde mis primeras notas publicadas, escuché la frase “¿Qué sos de Aquiles?” cientos de veces. Y nunca fue una molestia, sino el recordatorio y el orgullo de tener como iniciador en el periodismo a un nombre ilustre, a alguien que hizo algo indeleble en un medio donde se han hecho muchas cosas.

En ésta y en otras redacciones, esa cosa del apócope llevó naturalmente a que los compañeros a menudo me llamen Fabre. Siempre me pareció un apelativo razonable pero prestado, porque Fabre hay uno solo. Pero también, de algún modo, a partir de ahora cada vez que suene el “Fabre” mi tío Aquiles estará un poco más vivo. Esa interpretación tampoco es necesaria, claro: todo lo que hizo, las incontables carcajadas del Eustaquio, el Nada se pierde, las rimas del cacique Paja Brava en SexHumor, la inventiva y la audacia que puso en juego para ser parte de ese staff legendario que le hizo el aguante a la dictadura, alcanzan para que su nombre tenga una presencia que ni la muerte puede diluir.

Adiós, Tío Aquiles. Y gracias por todo.